Friday, February 19, 2010

Después de ver “El Acorazado Potemkim” (1925) de Sergéi Eisenstein me hizo un poco de ruido -para no decir que me molesto- encontrar en RYM la película bajo el género de “Propaganda Film” -idea que igualmente intuía de antemano. Rechazo la idea de asignarle este término a Eisenstein (o a Griffith o a Brecht) y la concepción que se tiene del film de propaganda en general.

Me propongo marcar algunas diferencias y buscar alguna clase de definición:

El término propaganda conlleva en mi cabeza una serie de connotaciones despectivas de las que no puedo separar ni abstraerme. Cuando la escucho o leo pienso inmediatamente en Goebbels y en “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, pero también lo asocio con uno de sus sinónimos (aunque cada una tenga sus particularidades y diferencias): la publicidad televisiva. En definitiva, el mal.

Una película nunca es (o debería ser considerada) de propaganda si sus fines son nobles, si lucha por el bien, una película humanista nunca puede ser de propaganda. Las películas nazis en todo si son de propaganda, por que su motto es la instauración, perpetuación y abolición del otro. Ideas despreciables que solo pueden ser consolidadas a través de la repetición.



















Decir que una película es de propaganda es negarle la voluntad y libertad creadora al autor, es subordinar el talento del director a una operación automática, mecánica, a considerarla como mero mensaje, la película como medio no como fin.

Esto lleva a la eterna discusión del arte y el panfleto. Una cosa es simpatizar con un partido y otra cosa realizar una película por encargo del gobierno. Una cosa es Pontocorvo filmando “La Batalla de Argelia” y otra cosa es “El Triunfo de la Voluntad” (que todavía no vi).

En estos términos -que repito: rechazo- una gran parte de las obras de la historia puede ser consideradas de propaganda de algo: “La Eneida” es propaganda del imperio romano, Da Vinci del catolicismo, Pino Solanas del peronismo, Brecht del marxismo, “Top Gun” propaganda del ejercito de EEUU y básicamente todo Hollywood propaganda del estilo de vida capitalista.

Cuando miro “El Acorazado Potemkim” me emociono con la secuencia de “la escalera de Odessa”, con la fuerzas de sus imágenes, con la potencia de un relato que tiene 90 años; yo vivo en Argentina en el siglo XXI, la revolución zarista y el futuro del leninismo solo me importan desde una perspectiva histórica, que voy hacer con esa información, con “la consigna”? matar a Macri?

Una película en todo caso deja de ser de propaganda (si alguna vez lo fue) después de cierto tiempo y dentro de cierto contexto. La propaganda es puro presente y Eisenstein filmaba para el futuro, para la posteridad.